MUJER IMPURA
El universo entero meterás en tu alcoba,
mujer impura. El tedio rinde tu alma de loba.
Ejercitas tus dientes en juego singular
y un corazón al día podrías devorar.
Tus ojos, cual nocturnas galas de joyería,
o como deslumbrantes cohetes de romería,
usan con insolencia de un poder usurpado
cuya ley de belleza tú siempre has ignorado.
Máquina ciega y sorda que, con placer inmundo,
eres gran bebedora de la sangre del mundo;
monstruo, ¿no te sonrojas, no ves en el espejo
cada día tu rostro más pálido y más viejo?
La grandeza del mal de que te ufanas tanto,
¿no te ha hecho alguna vez retroceder de espanto,
cuando naturaleza, con designios sagrados,
de ti puede servirse, reina de los pecados
–de ti, vil animal– para un genio amasar?
¡Oh grandeza enlodada! ¡Oh ignominia ejemplar!